Mercadeo para la Vida
Datos personales
- Luisa Fernanda Ramírez
- Soy cotidiana, y eso para mi ya es muy importante. Desde lo común se perciben cosas y situaciones que no son posibles en otros aspectos. Me gusta el marketing, lo ejerzo y lo he llevado hasta las aulas universitarias, las cuales son mi principal complemento para todo lo demás. Los animales son otra de mis pasiones y preocupaciones. El medio ambiente y la vida en sociedad son otros temas también que ocupan mis días. Escribo por gusto no por obligación y afortunadamente encontré un trabajo en el que me pagan por hacerlo.
sábado, 11 de septiembre de 2021
domingo, 18 de julio de 2021
Y TÚ, ¿QUÉ ESTABAS ESPERANDO?
Esperar no es malo. Si hay una cualidad que forja grandes seres humanos es
la esperanza porque cuando se tiene tu mente se enfoca justo en esperar que las
cosas salgan bien o algún día estén mejor. Por eso esta palabra viene de
esperar y va ligada a la paciencia, porque esperar no es de entrada algo fácil,
se necesita tiempo, se necesita calma y se necesita fe.
En esta oportunidad quise exponer el tema, porque he visto que se ha vuelto
costumbre dentro de los coach y en los entornos sociales mismos, afirmar que
“no es bueno esperar nada de nadie”, como un mecanismo que quizá busca con
buenas intenciones, hacer que las personas se lastimen menos y generen pocas o
ninguna expectativa frente a una situación o frente a otras personas. Se refieren
a esto como una actitud egoísta que busca condicionar a los otros a que hagan
lo que queremos, y no, una cosa es el capricho y exigir a la fuerza que nos den algo en concreto y otra muy diferente
es creer en el otro.
Está viciado nuestro mundo de tan malos consejos que a las personas se les
incentiva a no sentir, a autoproclamarse en una falsa seguridad y motivación
personal centrada en el ego, en desesperanza disfrazada de una poderosa
autoestima que se convierte en apariencia, que ya hasta para ser persona hay que tomar
con pinzas nuestra esencia, no sea que a otros no les guste o no les parezca,
menuda estupidez. Y por ello, hoy vengo a contradecir eso, porque de nuevo, nos
encontramos frente a un paradigma que se ha querido normalizar y constituir
como correcto cuando en realidad no lo es, cuando ciertamente ese “no esperar”,
tampoco es que nos libre de una decepción ya que en el fondo es inevitable
esperar siempre algo, aunque sea lo mínimo.
Pésimo o igual que lo anterior es “esperar lo peor”, como una actitud de
anticiparse al hecho con la única satisfacción de “confirmar” que en efecto,
eso, esos y ese la iban a “regar” de cualquier forma convirtiéndose así en una manera
de comprobar que las cosas siempre saldrán mal, como una fatal premonición que
termina siendo cierta y reafirma que no es bueno esperar lo mejor de nadie. Hay
estudios que se han hecho en el marco de la ciencia, que demuestran cómo cuando
alguien espera lo peor de otros, irremediablemente pasa algo no sé si en la
mente, en el cosmos, o en qué lugar desconocido, y que lleva a que esa
situación se dé en especial hacia lo negativo. Yo personalmente no soy muy
seguidora de los conceptos asociados a las teorías que hablan de la ley de la
atracción porque tengo mis argumentos para pensar que no siempre atraemos lo
que queremos, pues si fuera así yo sería millonaria o tendría todo resuelto en
mi vida. Lo que sí creo, es que la predisposición a algo lleva inevitablemente
a generar una atmósfera buena o mala según el caso, y si alguien piensa que
determinada persona va a salir como decimos en Colombia con “un chorro de
babas” pues eso tiene una tendencia a darse porque seguramente de forma inconsciente
tus actitudes influenciarán las del otro, y lograrás tu cometido.
Vale aclarar que no siempre funciona así, la vida y los seres humanos somos
tan complejos como para supeditar las acciones solo a una variable, pienso que
en ocasiones la gente te puede sorprender para bien o para mal, lo cierto es
que yo hoy cuestiono que ese “no esperar nada de nadie”, daña más a la misma
persona que lo piensa que a los demás, porque lo convierte en alguien que va
por la vida sin muchas ganas de dar, de esforzarse menos porque todo salga
bonito, en definitiva, de hacerse menos amable la estancia por este camino tan
corto que todos tenemos.
Decirle a alguien “qué estabas esperando” es similar a tirarle un vaso de
agua a la cara, es menospreciar justo las expectativas del otro no porque se
esté en obligación de cumplirlas, sino porque cada quién es dueño de lo que
espera, de lo que sueña y de lo que forja en su mente. En ese caso manejar
estas situaciones cuando no podemos estar a la altura de lo que alguien quería
de nosotros, deberá llevarnos antes a reflexionar si en primer lugar somos una
persona sin esperanza que traslada sus carencias a los demás, y segundo, a
revisar si nuestras palabras, si nuestras actitudes se comprometen más allá de
lo que podemos dar y en ese caso todo se resuelve como he dicho en otras oportunidades,
guardando silencio o siendo prudentes con aquello que hacemos. Aún así, hoy los
invito, a no dejarse llevar por ese “no esperes nada de nadie”, no importa que
te decepcionen, pues eso justamente se llama vivir y hace parte de nuestro constante
aprendizaje; y seguramente pasará más de una vez, pero también te darás cuenta
que no siempre es así, que esperar lo mejor nos hace actuar también mejor,
hablar sin lastimar, dar con alegría, darse una oportunidad. No confundamos
pues el brindar algo con sinceridad con el hecho de hacerlo sin una motivación
que se llama justo así: esperar.
Hasta la próxima
lunes, 15 de marzo de 2021
EL VALOR DE LA LEALTAD
Es fácil ser
leal, o por lo menos debería serlo, con aquellas personas que tienes un afecto
especial: tu pareja, tus amigos, tu familia. Aún así, sabemos que en ciertos
casos ni siquiera en estos escenarios se da este valor tan preciado. Pero
partiendo del hecho de que es más sencillo y natural que la lealtad se dé en
estas circunstancias, hoy quiero hablar de la trascendencia que adquiere cuando
esta es capaz de llevarse y hacerse incluso con gente que no es de tus afectos.
Quien es leal
realmente no solamente lo es con quienes debe, sino incluso con quienes no hay
este compromiso: compañeros de trabajo, colegas, los que estudian contigo, los
que te enseñan, cualquiera que comparta en su momento un escenario cotidiano o un instante de tu
vida. Se es leal con el país que te vio nacer así haya miles de problemas que no
te gusten, no se va por ahí hablando mal de la patria o del lugar -si no naciste
ahí- que te dio un techo y una oportunidad de realizarte como persona.
De igual forma,
no se van ventilando los secretos de otros, esos que alguien te contó en una
noche de cervezas, como tampoco se va hablando de las aventuras sexuales que
tuviste con nombre propio y detalles, aunque haya sido algo pasajero y sin mucha
importancia para ti. Si eres hincha de un equipo de fútbol, no puedes ser el más
leal en las victorias, también lo debes ser en las derrotas, y de cualquier
manera, eres leal incluso si siendo una empresa, respetas a tu competencia y
los que hacen parte contigo de un mercado.
La lealtad es un
valor muy preciado a todo nivel, y en personal branding adquiere un sentido
mucho más profundo que la imagen de éxito que puedas proyectar por tu
apariencia, estudios y logros. Esta cualidad habla mucho más de una persona que
otros accesorios que tú puedas considerar, te hacen ver bello.
En el imaginario
colectivo, muchos podrán decir que ser leal no sirve de nada, pero yo discrepo
de eso, pues una cosa es que alguien no valore tu lealtad pero una muy
diferente es que esto indiscutiblemente te traiga a largo plazo beneficios para
tu persona, tu paz espiritual y claro, también para tus logros en el campo
laboral que ejerzas. La lealtad es un
termómetro de la calidad de persona que eres, y en esa medida, cuando eres
leal, habrá situaciones y también seres humanos que te la devuelvan en grandes
proporciones.
Hasta la
próxima.
lunes, 22 de febrero de 2021
EL SERVICIO INVISIBLE
¿Cómo puede ser
el servicio invisible, si es uno de los criterios en los que más se esfuerza
una empresa por atender y prestar a sus clientes la mejor atención no solo para
generar satisfacción sino para atender a unos indicadores de calidad? Muy fácil,
porque el servicio no lo constituyen aspectos obligados y apenas lógicos como la
amabilidad, el buen trato y la disposición, los tiempos oportunos y las soluciones
efectivas. Todo lo anterior debe darse en toda organización y toda marca debe
hacerlo. Hablar de servicio es hacer más allá de lo que corresponde, y aunque
suene complicado, realmente no lo es.
Todo lo que hay
detrás del servicio: personas que hacen bien su trabajo aunque no los esté
viendo un usuario, sistemas estructurados y organizados que funcionan sin mayor complicación, empresas que
tienen conciencia de que su éxito se debe a un mercado, realizarán muchas cosas
sin tener que publicarlo o hacerlo evidente en los medios o redes sociales. Y
así, las personas también.
El servicio o la
disposición a este puede mejorarse con un buen entrenamiento, pero es algo que
va con la persona, es parte de su estilo de vida y se manifiesta no solo en el
trabajo, sino en cualquier escenario cotidiano, por eso quien es servicial lo
es en su casa, en su vecindario, en el transporte público y claro, en la labor
que desempeña. Cuando esto es así, no es necesario ‘inyectarle’ a la gente cualquier cantidad de teorías para que “por favor” hagan bien sus
cosas y traten como debe ser a los clientes.
Peter Drucker ya
advertía hace muchos años al respecto que, las organizaciones podían ahorrar
mucho dinero en ello si en vez de desperdiciar tanto presupuesto en enseñarle a
la gente a ser gente, más bien podrían invertir tiempo y recursos en contratar
personas que ya tuvieran estos valores. Y sí que estoy de acuerdo con ello,
porque el servicio y más aquel que es invisible, es decir, el que se hace sin
interés de figurar como el gran salvador de otros o que se realiza simplemente
porque ya es un hábito, es capaz de transformar no solo un ambiente sino la
vida de otros. Y es en serio que no cuesta, o por lo menos eso pienso yo,
porque muchas veces podemos hacer un favor si está en nuestras manos, recoger
algo que se cayó por ahí y no pasar de largo, ceder el paso si vamos manejando,
y en fin, hay muchas situaciones que se podrían enumerar.
Pues bien, para cerrar entonces, lo grandioso del servicio invisible está precisamente en el valor que adquiere porque no es algo evidente a los ojos, pero indudablemente se percibe, inunda lo que hay alrededor y también es contagioso. Es extraño, pero el servicio es una cualidad muy apreciada tanto para un cliente como para una persona en general, sin embargo es esta una de las pocas que alguien se esmera en cultivar de verdad: se exige para otros pero no se trabaja para sí mismo.
Hasta la próxima.
martes, 8 de diciembre de 2020
CUANDO EL ORGULLO SE CONFUNDE CON LA DIGNIDAD
Muchos van por ahí
pensando que dignidad es lo mismo que el orgullo, haciendo y teniendo actitudes
que están muy lejos de lo que significa realmente la dignidad. Empezaré por decir
que esta es una cualidad que tiene un ser humano cuando a partir de sus
valores, propende por cultivarlos, resguardarlos y asociarlos a su integridad
como persona, por lo tanto bajo este esquema, la dignidad no es negociable, no
se transa, no se cambia por dinero, poder, posición social, interés particular
por ganarse el afecto de otros. Se tiene cuando por el contrario, nos hacemos
respetar como las personas valiosas que somos, cuando no anteponemos lo
material a nuestros principios si estos son buenos, y cuando entre otras cosas,
sabemos retirarnos a tiempo de situaciones que no nos brindan respeto, afecto,
armonía, paz.
Es saber decir
no a aquello que nos ofrecen o nos proponen a cambio de ser quienes no somos,
es decidir cuándo dejar de discutir con quien no vale la pena hacerlo, es irse
sin temor a lo que otros piensen o a quedarse solo, de aquellos lugares y personas
que no valoran lo que les damos, también es rechazar cualquier intento de
soborno, propuesta deshonesta o negocios turbios de los que no podemos hacer parte
porque de entrada sabemos que va en contraposición a nuestra esencia.
Eso es tener
dignidad y no orgullo, porque este último es otra cosa: tener orgullo es pensar
que somos más que otros porque nos sentimos merecedores de muchas cosas sin
haberlas trabajado, es creer que humillando a otros, siendo groseros, altivos y
rencorosos, vamos a ganar mucho. Qué falacia más grande, si es el orgullo el
que tiene dividido al mundo, es el que te separa de las personas que amas, es
el que te ha hecho perder la oportunidad de ser feliz, porque quien es
orgulloso solo puede exhibir la presea de su falso estado de importancia, pero
en el fondo solo lleva tristezas y arrepentimientos que no le dejarán dormir.
No se deja de ser
una persona digna por pedir perdón o admitir que se ha cometido un error, ni se
pierde por reconocer que te equivocaste como el ser humano que eres, como
tampoco se pierde por expresar un sentimiento o decirle a otro tus sueños, tus
expectativas o lo que te hace sentir mal. Al contrario, una persona con
dignidad siempre podrá desde sus propias fragilidades salir libre al mundo sin
deberle nada a nadie y mostrar que es alguien valioso porque le da prioridad a lo
que irradia su alma por encima de lo que otros puedan opinar.
Las empresas,
pasando por un momento a este escenario, deberían procurar trabajar por construir
su propia imagen desde cualidades como la dignidad, conformando equipos de
trabajo con personas honestas y transparentes, de esas que sí se encuentran y
tienen además de su talento un cúmulo de características buenas como seres humanos. Si bien es cierto, estar a la vanguardia tecnológica o tener una
infraestructura robusta y llamativa son elementos interesantes, no son estas
cosas las que hacen de una organización un entorno bien constituido y de gran
futuro. Es momento de dejar de pensar que los líderes son quienes llevan a
otros desde el poder por un camino trazado de objetivos puestos solo en el
éxito comercial o de un mercado; por supuesto que es válido perseguir metas organizacionales
y de posicionamiento que favorezcan las finanzas y propósitos desde esta
óptica, pero no hay que olvidar que este mundo necesita cada vez más de
transformaciones de tipo social que desde lo humano, realmente cambien la vida
de la gente y de las naciones. Por lo tanto un ladrillo más o uno menos, una
máquina costosa o una más artesanal y un despliegue publicitario y de
comunicación, no serán, créanme, los que van a hacer que una empresa se mantenga
en lo que a futuro viene.
Trabajar con
base en las personas y su dignidad, no deberá ser un tema para tomarlo a la
ligera o como una tendencia para “parecer” que somos lo mejor. Hay que serlo. Y
la dignidad es algo que se ha de exigir y plantear como uno de los pilares para
construir esa transformación. Si seguimos pensando que ser dignos es actuar
como los intocables o favorecer solo a quienes se muestran indestructibles, le
estaremos dando paso a más miseria e inestabilidad de la que ya hay en este
mundo.
lunes, 16 de noviembre de 2020
CUESTIÓN DE ACTITUD
La actitud no es una pose ni una postura amañada
que pretenda desde la falsa alegría o el positivismo exagerado, mostrar una
cara cuando estamos sintiendo o viviendo otra cosa.
De hecho, la actitud, cualquiera que esta sea,
está claro que determina el resultado de un algo y también el ambiente en un
contexto. Cuando hay mala actitud no se puede esperar que los otros tengan una
respuesta amable o que las cosas salgan mejor, si hay algo contagioso más que muchas
otras cosas, es precisamente una actitud; por eso, cuando la actitud es buena
sí que transforma a otros y a un entorno.
Defiendo mucho el tener derecho a sentirnos tristes,
enojados, contrariados, insatisfechos y a decirlo por supuesto. A vivir y sentir
un momento sin tener que estar disimulando lo que llevamos por dentro, y tener
actitud no se trata de fingir lo que no somos o de hacer “cara de ponqué”
cuando la situación no da para ello. Si totalmente llevamos por delante de cualquier
cosa que hagamos, el respeto, ese derecho a sentir y expresarse es válido siempre
y cuando con esto no pasemos por encima de los otros.
Y lo afirmo, porque tener actitud es entender en
primer lugar que los demás, (tus clientes, tu familia, tus amigos, tus
compañeros de trabajo, tus empleados, cualquier persona) no tienen la culpa de
lo que pasa o haya pasado en tu vida y no está bien actuar mal con los otros de
forma displicente, grosera o atrevida solo porque nos sentimos mal. Como es
importante también comprender que por más que tengamos un problema nada nos quita
el ser amables, educados y empáticos con los demás.
Es muy desagradable que como cliente uno tenga que
aguantar la mala actitud de quien supuestamente te está prestando un servicio, o
llegar a una organización donde el clima laboral es insoportable, simplemente
porque no hay gestión en este sentido. No olvidemos que el ambiente y la buena
actitud no la hacen ni la infraestructura tecnológica ni las construcciones
bien diseñadas, pues son las personas las que forjan esas dinámicas y si son negativas,
seguramente esto saldrá a relucir y puede impactar incluso un indicador como
las ventas.
Tener actitud es procurar hacer llevadera la vida
misma, que de por sí, ya tiene muchos conflictos. Es trabajar por dar a otros
así no los conozcas un buen trato. La buena actitud abre muchas puertas y
aunque no siempre el tenerla nos garantiza que los demás te lo vayan a devolver
también en la misma línea, te darás cuenta que la mayor ganancia te la llevarás
para ti mismo.
Hasta la próxima.
domingo, 25 de octubre de 2020
LA INCERTIDUMBRE ES LO MEJOR QUE NOS PUEDE PASAR
Es por esto que
quien diga que hay una fórmula para solucionar lo desconocido, de entrada está
mintiendo, pues ¿cómo podemos saber qué hacer cuando no sabemos qué va a pasar?
Sin embargo, lo que sí puedo aportar yo al respecto es que la incertidumbre no es
del todo mala, de hecho, es lo mejor que nos ha podido pasar porque cuando las
cosas son predecibles de verdad pierden el gusto y más en el actual escenario,
donde la gente se aburre muy fácil, nada les sorprende, todo se les va como
agua entre los dedos. Ya Bauman cuando habló de la sociedad líquida, hizo un
grandioso acercamiento a lo que es la trama cotidiana de hoy en la que todo es
efímero, en la que todo pierde valor y en la que cosas y personas van y vienen
sin parecer importarles el tomarse con mayor profundidad la vida.
La incertidumbre
deberá llevarnos obligatoriamente a repensarnos, a transformarnos, a volver
nuestros ojos hacia la esencia del ser. Deberá conducirnos por un camino que no
está abierto y en el que nos corresponde recorrerlo con lo que tengamos, con lo
que sepamos, con lo que cultivemos. Y como no hay fórmulas, lo mejor es aceptar
que está sucediendo, pero más allá de eso, reconocer que como humanos somos frágiles,
somos susceptibles, somos sin excepción proclives a ser víctimas, victimarios o
héroes, todo depende del papel que queramos asumir. De cualquier forma pienso,
que esta nos invita quizá cruelmente para unos y más suavemente para otros, a redefinir
nuestra vida y cómo vemos y tratamos a nuestros semejantes. A ser empáticos, a
ponernos en los zapatos de aquellos que juzgamos desde la falsa tranquilidad de
tenerlo todo y en el fondo, no tenerlo nada.
Lo importante
aquí tampoco es quedarse en la reflexión porque la incertidumbre, la crisis, lo
inexacto, tiene que trascender, tiene que ser el motivador para lograr renacer en
medio de esta o sumirse en la oscuridad. Es una elección, como todo, pero es lo
mejor que nos ha podido pasar en medio de un mundo tan dormido e insensible
como el que hemos construido.
Hasta la
próxima.