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Soy cotidiana, y eso para mi ya es muy importante. Desde lo común se perciben cosas y situaciones que no son posibles en otros aspectos. Me gusta el marketing, lo ejerzo y lo he llevado hasta las aulas universitarias, las cuales son mi principal complemento para todo lo demás. Los animales son otra de mis pasiones y preocupaciones. El medio ambiente y la vida en sociedad son otros temas también que ocupan mis días. Escribo por gusto no por obligación y afortunadamente encontré un trabajo en el que me pagan por hacerlo.

domingo, 18 de julio de 2021

Y TÚ, ¿QUÉ ESTABAS ESPERANDO?

 

Esperar no es malo. Si hay una cualidad que forja grandes seres humanos es la esperanza porque cuando se tiene tu mente se enfoca justo en esperar que las cosas salgan bien o algún día estén mejor. Por eso esta palabra viene de esperar y va ligada a la paciencia, porque esperar no es de entrada algo fácil, se necesita tiempo, se necesita calma y se necesita fe.



En esta oportunidad quise exponer el tema, porque he visto que se ha vuelto costumbre dentro de los coach y en los entornos sociales mismos, afirmar que “no es bueno esperar nada de nadie”, como un mecanismo que quizá busca con buenas intenciones, hacer que las personas se lastimen menos y generen pocas o ninguna expectativa frente a una situación o frente a otras personas. Se refieren a esto como una actitud egoísta que busca condicionar a los otros a que hagan lo que queremos, y no, una cosa es el capricho y exigir a la fuerza  que nos den algo en concreto y otra muy diferente es creer en el otro.

Está viciado nuestro mundo de tan malos consejos que a las personas se les incentiva a no sentir, a autoproclamarse en una falsa seguridad y motivación personal centrada en el ego, en desesperanza disfrazada de una poderosa autoestima que se convierte en apariencia,  que ya hasta para ser persona hay que tomar con pinzas nuestra esencia, no sea que a otros no les guste o no les parezca, menuda estupidez. Y por ello, hoy vengo a contradecir eso, porque de nuevo, nos encontramos frente a un paradigma que se ha querido normalizar y constituir como correcto cuando en realidad no lo es, cuando ciertamente ese “no esperar”, tampoco es que nos libre de una decepción ya que en el fondo es inevitable esperar siempre algo, aunque sea lo mínimo.

Pésimo o igual que lo anterior es “esperar lo peor”, como una actitud de anticiparse al hecho con la única satisfacción de “confirmar” que en efecto, eso, esos y ese la iban a “regar” de cualquier forma convirtiéndose así en una manera de comprobar que las cosas siempre saldrán mal, como una fatal premonición que termina siendo cierta y reafirma que no es bueno esperar lo mejor de nadie. Hay estudios que se han hecho en el marco de la ciencia, que demuestran cómo cuando alguien espera lo peor de otros, irremediablemente pasa algo no sé si en la mente, en el cosmos, o en qué lugar desconocido, y que lleva a que esa situación se dé en especial hacia lo negativo. Yo personalmente no soy muy seguidora de los conceptos asociados a las teorías que hablan de la ley de la atracción porque tengo mis argumentos para pensar que no siempre atraemos lo que queremos, pues si fuera así yo sería millonaria o tendría todo resuelto en mi vida. Lo que sí creo, es que la predisposición a algo lleva inevitablemente a generar una atmósfera buena o mala según el caso, y si alguien piensa que determinada persona va a salir como decimos en Colombia con “un chorro de babas” pues eso tiene una tendencia a darse porque seguramente de forma inconsciente tus actitudes influenciarán las del otro, y lograrás tu cometido.

Vale aclarar que no siempre funciona así, la vida y los seres humanos somos tan complejos como para supeditar las acciones solo a una variable, pienso que en ocasiones la gente te puede sorprender para bien o para mal, lo cierto es que yo hoy cuestiono que ese “no esperar nada de nadie”, daña más a la misma persona que lo piensa que a los demás, porque lo convierte en alguien que va por la vida sin muchas ganas de dar, de esforzarse menos porque todo salga bonito, en definitiva, de hacerse menos amable la estancia por este camino tan corto que todos tenemos.

Decirle a alguien “qué estabas esperando” es similar a tirarle un vaso de agua a la cara, es menospreciar justo las expectativas del otro no porque se esté en obligación de cumplirlas, sino porque cada quién es dueño de lo que espera, de lo que sueña y de lo que forja en su mente. En ese caso manejar estas situaciones cuando no podemos estar a la altura de lo que alguien quería de nosotros, deberá llevarnos antes a reflexionar si en primer lugar somos una persona sin esperanza que traslada sus carencias a los demás, y segundo, a revisar si nuestras palabras, si nuestras actitudes se comprometen más allá de lo que podemos dar y en ese caso todo se resuelve como he dicho en otras oportunidades, guardando silencio o siendo prudentes con aquello que hacemos. Aún así, hoy los invito, a no dejarse llevar por ese “no esperes nada de nadie”, no importa que te decepcionen, pues eso justamente se llama vivir y hace parte de nuestro constante aprendizaje; y seguramente pasará más de una vez, pero también te darás cuenta que no siempre es así, que esperar lo mejor nos hace actuar también mejor, hablar sin lastimar, dar con alegría, darse una oportunidad. No confundamos pues el brindar algo con sinceridad con el hecho de hacerlo sin una motivación que se llama justo así: esperar.

Hasta la próxima

 Escucha este blog en mi podcast https://soundcloud.com/luisa-fernanda-ramirez-149417080/y-tu-que-estabas-esperando

 

lunes, 15 de marzo de 2021

EL VALOR DE LA LEALTAD


Es fácil ser leal, o por lo menos debería serlo, con aquellas personas que tienes un afecto especial: tu pareja, tus amigos, tu familia. Aún así, sabemos que en ciertos casos ni siquiera en estos escenarios se da este valor tan preciado. Pero partiendo del hecho de que es más sencillo y natural que la lealtad se dé en estas circunstancias, hoy quiero hablar de la trascendencia que adquiere cuando esta es capaz de llevarse y hacerse incluso con gente que no es de tus afectos.



Quien es leal realmente no solamente lo es con quienes debe, sino incluso con quienes no hay este compromiso: compañeros de trabajo, colegas, los que estudian contigo, los que te enseñan, cualquiera que comparta en su momento  un escenario cotidiano o un instante de tu vida. Se es leal con el país que te vio nacer así haya miles de problemas que no te gusten, no se va por ahí hablando mal de la patria o del lugar -si no naciste ahí- que te dio un techo y una oportunidad de realizarte como persona.

De igual forma, no se van ventilando los secretos de otros, esos que alguien te contó en una noche de cervezas, como tampoco se va hablando de las aventuras sexuales que tuviste con nombre propio y detalles, aunque haya sido algo pasajero y sin mucha importancia para ti. Si eres hincha de un equipo de fútbol, no puedes ser el más leal en las victorias, también lo debes ser en las derrotas, y de cualquier manera, eres leal incluso si siendo una empresa, respetas a tu competencia y los que hacen parte contigo de un mercado.

La lealtad es un valor muy preciado a todo nivel, y en personal branding adquiere un sentido mucho más profundo que la imagen de éxito que puedas proyectar por tu apariencia, estudios y logros. Esta cualidad habla mucho más de una persona que otros accesorios que tú puedas considerar, te hacen ver bello.

En el imaginario colectivo, muchos podrán decir que ser leal no sirve de nada, pero yo discrepo de eso, pues una cosa es que alguien no valore tu lealtad pero una muy diferente es que esto indiscutiblemente te traiga a largo plazo beneficios para tu persona, tu paz espiritual y claro, también para tus logros en el campo laboral que ejerzas.  La lealtad es un termómetro de la calidad de persona que eres, y en esa medida, cuando eres leal, habrá situaciones y también seres humanos que te la devuelvan en grandes proporciones.

Hasta la próxima.

lunes, 22 de febrero de 2021

EL SERVICIO INVISIBLE


¿Cómo puede ser el servicio invisible, si es uno de los criterios en los que más se esfuerza una empresa por atender y prestar a sus clientes la mejor atención no solo para generar satisfacción sino para atender a unos indicadores de calidad? Muy fácil, porque el servicio no lo constituyen aspectos obligados y apenas lógicos como la amabilidad, el buen trato y la disposición, los tiempos oportunos y las soluciones efectivas. Todo lo anterior debe darse en toda organización y toda marca debe hacerlo. Hablar de servicio es hacer más allá de lo que corresponde, y aunque suene complicado, realmente no lo es.



Todo lo que hay detrás del servicio: personas que hacen bien su trabajo aunque no los esté viendo un usuario, sistemas estructurados y organizados que funcionan sin mayor complicación, empresas que tienen conciencia de que su éxito se debe a un mercado, realizarán muchas cosas sin tener que publicarlo o hacerlo evidente en los medios o redes sociales. Y así, las personas también.

El servicio o la disposición a este puede mejorarse con un buen entrenamiento, pero es algo que va con la persona, es parte de su estilo de vida y se manifiesta no solo en el trabajo, sino en cualquier escenario cotidiano, por eso quien es servicial lo es en su casa, en su vecindario, en el transporte público y claro, en la labor que desempeña. Cuando esto es así, no es necesario ‘inyectarle’ a la gente cualquier cantidad de teorías para que “por favor” hagan bien sus cosas y traten como debe ser a los clientes.

Peter Drucker ya advertía hace muchos años al respecto que, las organizaciones podían ahorrar mucho dinero en ello si en vez de desperdiciar tanto presupuesto en enseñarle a la gente a ser gente, más bien podrían invertir tiempo y recursos en contratar personas que ya tuvieran estos valores. Y sí que estoy de acuerdo con ello, porque el servicio y más aquel que es invisible, es decir, el que se hace sin interés de figurar como el gran salvador de otros o que se realiza simplemente porque ya es un hábito, es capaz de transformar no solo un ambiente sino la vida de otros. Y es en serio que no cuesta, o por lo menos eso pienso yo, porque muchas veces podemos hacer un favor si está en nuestras manos, recoger algo que se cayó por ahí y no pasar de largo, ceder el paso si vamos manejando, y en fin, hay muchas situaciones que se podrían enumerar.

Pues bien, para cerrar entonces, lo grandioso del servicio invisible está precisamente en el valor que adquiere porque no es algo evidente a los ojos, pero indudablemente se percibe, inunda lo que hay alrededor y también es contagioso.  Es extraño, pero el servicio es una cualidad muy apreciada tanto para un cliente como para una persona en general, sin embargo es esta una de las pocas que alguien se esmera en cultivar de verdad: se exige para otros pero no se trabaja para sí mismo.

Hasta la próxima. 


martes, 8 de diciembre de 2020

CUANDO EL ORGULLO SE CONFUNDE CON LA DIGNIDAD


Muchos van por ahí pensando que dignidad es lo mismo que el orgullo, haciendo y teniendo actitudes que están muy lejos de lo que significa realmente la dignidad. Empezaré por decir que esta es una cualidad que tiene un ser humano cuando a partir de sus valores, propende por cultivarlos, resguardarlos y asociarlos a su integridad como persona, por lo tanto bajo este esquema, la dignidad no es negociable, no se transa, no se cambia por dinero, poder, posición social, interés particular por ganarse el afecto de otros. Se tiene cuando por el contrario, nos hacemos respetar como las personas valiosas que somos, cuando no anteponemos lo material a nuestros principios si estos son buenos, y cuando entre otras cosas, sabemos retirarnos a tiempo de situaciones que no nos brindan respeto, afecto, armonía, paz.



Es saber decir no a aquello que nos ofrecen o nos proponen a cambio de ser quienes no somos, es decidir cuándo dejar de discutir con quien no vale la pena hacerlo, es irse sin temor a lo que otros piensen o a quedarse solo, de aquellos lugares y personas que no valoran lo que les damos, también es rechazar cualquier intento de soborno, propuesta deshonesta o negocios turbios de los que no podemos hacer parte porque de entrada sabemos que va en contraposición a nuestra esencia.

Eso es tener dignidad y no orgullo, porque este último es otra cosa: tener orgullo es pensar que somos más que otros porque nos sentimos merecedores de muchas cosas sin haberlas trabajado, es creer que humillando a otros, siendo groseros, altivos y rencorosos, vamos a ganar mucho. Qué falacia más grande, si es el orgullo el que tiene dividido al mundo, es el que te separa de las personas que amas, es el que te ha hecho perder la oportunidad de ser feliz, porque quien es orgulloso solo puede exhibir la presea de su falso estado de importancia, pero en el fondo solo lleva tristezas y arrepentimientos que no le dejarán dormir.

No se deja de ser una persona digna por pedir perdón o admitir que se ha cometido un error, ni se pierde por reconocer que te equivocaste como el ser humano que eres, como tampoco se pierde por expresar un sentimiento o decirle a otro tus sueños, tus expectativas o lo que te hace sentir mal. Al contrario, una persona con dignidad siempre podrá desde sus propias fragilidades salir libre al mundo sin deberle nada a nadie y mostrar que es alguien valioso porque le da prioridad a lo que irradia su alma por encima de lo que otros puedan opinar.

Las empresas, pasando por un momento a este escenario, deberían procurar trabajar por construir su propia imagen desde cualidades como la dignidad, conformando equipos de trabajo con personas honestas y transparentes, de esas que sí se encuentran y tienen además de su talento un cúmulo de características buenas como seres humanos. Si bien es cierto, estar a la vanguardia tecnológica o tener una infraestructura robusta y llamativa son elementos interesantes, no son estas cosas las que hacen de una organización un entorno bien constituido y de gran futuro. Es momento de dejar de pensar que los líderes son quienes llevan a otros desde el poder por un camino trazado de objetivos puestos solo en el éxito comercial o de un mercado; por supuesto que es válido perseguir metas organizacionales y de posicionamiento que favorezcan las finanzas y propósitos desde esta óptica, pero no hay que olvidar que este mundo necesita cada vez más de transformaciones de tipo social que desde lo humano, realmente cambien la vida de la gente y de las naciones. Por lo tanto un ladrillo más o uno menos, una máquina costosa o una más artesanal y un despliegue publicitario y de comunicación, no serán, créanme, los que van a hacer que una empresa se mantenga en lo que a futuro viene.

Trabajar con base en las personas y su dignidad, no deberá ser un tema para tomarlo a la ligera o como una tendencia para “parecer” que somos lo mejor. Hay que serlo. Y la dignidad es algo que se ha de exigir y plantear como uno de los pilares para construir esa transformación. Si seguimos pensando que ser dignos es actuar como los intocables o favorecer solo a quienes se muestran indestructibles, le estaremos dando paso a más miseria e inestabilidad de la que ya hay en este mundo.

 

lunes, 16 de noviembre de 2020

CUESTIÓN DE ACTITUD


La actitud no es una pose ni una postura amañada que pretenda desde la falsa alegría o el positivismo exagerado, mostrar una cara cuando estamos sintiendo o viviendo otra cosa.

De hecho, la actitud, cualquiera que esta sea, está claro que determina el resultado de un algo y también el ambiente en un contexto. Cuando hay mala actitud no se puede esperar que los otros tengan una respuesta amable o que las cosas salgan mejor, si hay algo contagioso más que muchas otras cosas, es precisamente una actitud; por eso, cuando la actitud es buena sí que transforma a otros y a un entorno.



Defiendo mucho el tener derecho a sentirnos tristes, enojados, contrariados, insatisfechos y a decirlo por supuesto. A vivir y sentir un momento sin tener que estar disimulando lo que llevamos por dentro, y tener actitud no se trata de fingir lo que no somos o de hacer “cara de ponqué” cuando la situación no da para ello. Si totalmente llevamos por delante de cualquier cosa que hagamos, el respeto, ese derecho a sentir y expresarse es válido siempre y cuando con esto no pasemos por encima de los otros.

Y lo afirmo, porque tener actitud es entender en primer lugar que los demás, (tus clientes, tu familia, tus amigos, tus compañeros de trabajo, tus empleados, cualquier persona) no tienen la culpa de lo que pasa o haya pasado en tu vida y no está bien actuar mal con los otros de forma displicente, grosera o atrevida solo porque nos sentimos mal. Como es importante también comprender que por más que tengamos un problema nada nos quita el ser amables, educados y empáticos con los demás.

Es muy desagradable que como cliente uno tenga que aguantar la mala actitud de quien supuestamente te está prestando un servicio, o llegar a una organización donde el clima laboral es insoportable, simplemente porque no hay gestión en este sentido. No olvidemos que el ambiente y la buena actitud no la hacen ni la infraestructura tecnológica ni las construcciones bien diseñadas, pues son las personas las que forjan esas dinámicas y si son negativas, seguramente esto saldrá a relucir y puede impactar incluso un indicador como las ventas.

Tener actitud es procurar hacer llevadera la vida misma, que de por sí, ya tiene muchos conflictos. Es trabajar por dar a otros así no los conozcas un buen trato. La buena actitud abre muchas puertas y aunque no siempre el tenerla nos garantiza que los demás te lo vayan a devolver también en la misma línea, te darás cuenta que la mayor ganancia te la llevarás para ti mismo.

Hasta la próxima.

 

 

domingo, 25 de octubre de 2020

LA INCERTIDUMBRE ES LO MEJOR QUE NOS PUEDE PASAR

 La incertidumbre es una palabra que genera resistencia, también miedo. No nos criaron ni nacimos muchos en medio de esta, porque el contexto venía de alguna forma acostumbrándonos a su habitual acomodo: era estable el trabajo, la economía, el sistema social y hasta las relaciones. Hoy nos enfrentamos a un derrumbe de esos paradigmas donde lo único constante es el cambio, y aunque la red y la literatura estén llenos de expertos hablando del tema o de cómo hacer la gestión de ese cambio, no nos digamos mentiras, casi nadie, por no decir que ninguno está preparado para afrontarla.




Es por esto que quien diga que hay una fórmula para solucionar lo desconocido, de entrada está mintiendo, pues ¿cómo podemos saber qué hacer cuando no sabemos qué va a pasar? Sin embargo, lo que sí puedo aportar yo al respecto es que la incertidumbre no es del todo mala, de hecho, es lo mejor que nos ha podido pasar porque cuando las cosas son predecibles de verdad pierden el gusto y más en el actual escenario, donde la gente se aburre muy fácil, nada les sorprende, todo se les va como agua entre los dedos. Ya Bauman cuando habló de la sociedad líquida, hizo un grandioso acercamiento a lo que es la trama cotidiana de hoy en la que todo es efímero, en la que todo pierde valor y en la que cosas y personas van y vienen sin parecer importarles el tomarse con mayor profundidad la vida.

La incertidumbre deberá llevarnos obligatoriamente a repensarnos, a transformarnos, a volver nuestros ojos hacia la esencia del ser. Deberá conducirnos por un camino que no está abierto y en el que nos corresponde recorrerlo con lo que tengamos, con lo que sepamos, con lo que cultivemos. Y como no hay fórmulas, lo mejor es aceptar que está sucediendo, pero más allá de eso, reconocer que como humanos somos frágiles, somos susceptibles, somos sin excepción proclives a ser víctimas, victimarios o héroes, todo depende del papel que queramos asumir. De cualquier forma pienso, que esta nos invita quizá cruelmente para unos y más suavemente para otros, a redefinir nuestra vida y cómo vemos y tratamos a nuestros semejantes. A ser empáticos, a ponernos en los zapatos de aquellos que juzgamos desde la falsa tranquilidad de tenerlo todo y en el fondo, no tenerlo nada.

Lo importante aquí tampoco es quedarse en la reflexión porque la incertidumbre, la crisis, lo inexacto, tiene que trascender, tiene que ser el motivador para lograr renacer en medio de esta o sumirse en la oscuridad. Es una elección, como todo, pero es lo mejor que nos ha podido pasar en medio de un mundo tan dormido e insensible como el que hemos construido.

Hasta la próxima.