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Soy cotidiana, y eso para mi ya es muy importante. Desde lo común se perciben cosas y situaciones que no son posibles en otros aspectos. Me gusta el marketing, lo ejerzo y lo he llevado hasta las aulas universitarias, las cuales son mi principal complemento para todo lo demás. Los animales son otra de mis pasiones y preocupaciones. El medio ambiente y la vida en sociedad son otros temas también que ocupan mis días. Escribo por gusto no por obligación y afortunadamente encontré un trabajo en el que me pagan por hacerlo.

sábado, 24 de septiembre de 2011

CONFUNDA PERO NO OFENDA

“Confunda pero no ofenda” le decían a uno los mayores cuando se les llamaba por equivocación con un nombre diferente. Mi profesor de semiótica de ese entonces, hubiera llamado al error un lapsus lingus que en teoría freudiana significaría que uno estaba pensando en esa persona que evocó quizá con fines sexuales. No obstante, la connotación de esa ‘confusión’ me quedó grabada para siempre y no por un simple lapsus, sino porque constantemente veo y creo que somos una sociedad que tendemos a confundir o a interpretar no solo lo que nos conviene, sino aquello que nos protege.
En cuanto a lo primero, podría ejemplificarse mejor con el dicho “confunde la gimnasia con la magnesia”, vivimos sumidos en la constante fantasía de ver nuestros sueños realizados, nuestra ciudad en buenas manos, nuestros bolsillos llenos de plata, nuestra cotidianidad salpicada por pequeñas gotas de aventura, que en ocasiones vemos lo que queremos ver, no lo que en realidad está pasando, y terminamos ofendiendo a alguien o lo que es peor, generando una falsa autoestima que dura lo mismo que la espuma.
En cuanto a lo segundo, somos bastante inseguros del entorno, entonces vemos ladrones en caras humildes cansadas por el trabajo –aunque algunas veces el instinto no falla-, creemos que cualquiera que nos ofrezca su amistad algo se trae en mente, o si alguien nos pregunta una dirección ya miramos si tiene la galleta mojada lista para robarnos, o la escopolamina para embobarnos. Ya no vemos compañeros de trabajo sino oportunistas laborales, si alguien nos sonríe en un sitio pensamos que es una echada de perros, si alguien nos habla en el bus, seguro que ya es un fastidio.
¿Qué nos pasa? ¿Cuándo y por qué nos prohibimos disfrutar de las cosas como vienen? ¿Por qué hemos permitido que la decepción nos aleje de la posibilidad que nos da muchas veces la vida en el azar?, ¿por qué siempre pensamos mal? No es un juicio, este sistema social nos ha llevado a ello, no es fácil confiar y creer en un entorno donde todo es peligro, pero en ese ir y venir de prejuicios, se nos está olvidando vivir y nuestra confusión con alevosía o sin ella, de alguna manera nos obliga a ofender igual, de cualquier manera.

Pd. Pido excusas por interpretar mal y excuso a quien interpreta también mal lo aquí escrito.