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Soy cotidiana, y eso para mi ya es muy importante. Desde lo común se perciben cosas y situaciones que no son posibles en otros aspectos. Me gusta el marketing, lo ejerzo y lo he llevado hasta las aulas universitarias, las cuales son mi principal complemento para todo lo demás. Los animales son otra de mis pasiones y preocupaciones. El medio ambiente y la vida en sociedad son otros temas también que ocupan mis días. Escribo por gusto no por obligación y afortunadamente encontré un trabajo en el que me pagan por hacerlo.

viernes, 13 de julio de 2012

LA MEJOR PALABRA ES LA QUE NO SE DICE

Estaba en medio de un escrito sobre mercadeo algo más académico y tuve que parar para hacer este, porque las "cosquillas" de las letras que quieren salir no me dejaban en paz. Así que les comparto algo resultado de un análisis y algunas lecturas propias que he hecho sobre las redes sociales. No es nada técnico, de hecho no es de carácter científico, es más bien cotidiano y tiene que ver con lo que publicamos y socializamos en la red.
Comienzo por decir algo: cada quien es libre de hacer de su Facebook y su Twitter, por citar los sitios más populares, lo que quiera. Algunos tienen causas y pensamientos definidos por las redes -eso es chévere-, otros, lo usan para cosas más triviales y descomplicadas -y eso también es chévere-. Me preocupa sí la desproporción, la exageración, el mal usado vitrinismo que las personas le dan a estos espacios para exhibir sus penas y sus glorias, sus amores, sus descaches, su vida privada.
Para nadie es un secreto, que a través de las redes podemos saber más de la vida de la gente que hablando con esta. Yo misma confieso que en mis ´pausas activas´en ocasiones chismoseo uno que otro perfil, los que me causan curiosidad. Por eso mismo me creo en la autoridad de escribir lo que estoy escribiendo. No hago esta reflexión ni desde la óptica antropológica ni mucho menos desde una corriente como el Psicoanálisis. Lo hago desde la más importante: la lectura de la vida.
Comienzo por decir que no tiene nada de malo enviar un mensaje de afecto por las redes, tampoco lo tiene el hablar de un tema de moda, o bueno, contarle a los demás donde se estuvo, donde viajó, donde rumbeó, entre otras. Pero estamos exagerando. Estamos dejando muy poco a la imaginación y por si fuera poco, estamos dejando que otros se recreen con nuestras cosas muy íntimas.
Estar despechado y triste por la razón que sea, es una condición inherente a lo humano. Estar feliz también. Pero nunca olvidemos que esas tristezas o esas alegrías son reserva de nuestro sumario, el personal, el inquebrantable, el que solo nos importa a nosotros.
Por Facebook me he enterado de divorcios, noviazgos, muertes, pérdidas de materias, encuentros sexuales, cachos o infidelidades, salidas de closet, traiciones.... cosas que son de respetar, que son de cada uno. Me da pesar cuando veo fotos de personas que han sido mis estudiantes en sus borracheras más horribles, me da cagada cuando veo que alguien está decepcionado y se lo publica a todo el mundo....
Vean por favor, lo bueno y lo malo se le cuenta a la gente que lo merece, que en realidad es muy poca. Entiendan algo, la gente en general en su envidia humana celebra en el fondo las tristezas de otros -no todos-, así pongan un comentario bueno, una carita feliz o un me gusta. También sienten envidia por las cosas buenas, por los viajes, los levantes, los éxitos...
Quiero aclarar que no estoy diciendo que hay que ser un mudo en las redes, o que hay que ser un anónimo. Me refiero más bien a que lo auténtico ni se prueba ahí ni se consolida en ese escenario.
Está feliz? Está triste? igual, la mejor palabra es la que no se dice, la mejor imagen de nuestras cosas más sublimes, más importantes, no es la que sale en las redes, es la que se queda grabada en nuestro corazón y en la de nuestras personas cercanas.

jueves, 3 de mayo de 2012

LA SILLA AZUL: EL RETRATO DE UNA SOCIEDAD QUE NECESITA EL CONTROL PARA APENAS FUNCIONAR

El control se ejerce como una manera de ejecutar un sistema para que este funcione correctamente y aún así se presentan desajustes porque este no es suficiente para establecer el orden. Y hay muchos tipos de control que son necesarios, no negociables, de los cuales no me dedicaré a hablar en este blog. Sin embargo, el control que se desprende de la cultura heterónoma, de esa a la que el ser humano de este contexto, de nuestra ciudad, está acostumbrado, de ese sí voy a hablar. Si se entiende que la heteronomía alude a la costumbre de tener un policía, un vigilante, un supervisor, un fiscal de los actos cotidianos, empezaremos a entender que como sociedad no podemos llamarnos desarrollados, porque no somos capaces de hacer cosas sin que otros nos lo digan, porque no hemos aprendido a autorregularnos, a respetar al otro, no por la sanción misma sino por el sentido de lógica que debe haber en el comportamiento cotidiano. Si eso sucediera, el antónimo perfecto de la heteronomía sería la autonomía y de eso la sociedad capitalina, poco y nada. Puse este título porque esa dependencia absurda al control y al hacer “porque toca” y no “porque quiero” se evidencia en circunstancias tan sencillas como las presentes en el servicio de transporte urbano. ¿Por qué hay sillas azules y sillas rojas? Porque si un sistema no le indica a la gente que hay otros que necesitan sentarse por su edad, por su condición, por su limitación, estas personas pasarían desapercibidas como pasa en otros escenarios simplemente porque no hay cultura en educación y en consideración a los otros. Si nuestra maraña social fuera autónoma realmente, no habría necesidad de recordar con colores que hay privilegios que se tienen por una necesidad apenas obvia. Y con todo esto veo todo el tiempo gente que se pelea por un puesto, otros que gritan “una silla azul” pero ni siquiera se levantan de la roja que tienen por ceder su puesto a quien lo requiere. Lo anterior es solo una de las muchas cosas que reflejan la dependencia a ese absurdo control. En las calles y claro, en las personas conocidas, es muy común ver que se respeta el semáforo o se usa el cinturón pensando más en el parte y la caución que en el sentido lógico de preservar la vida ajena y la propia. En los fines de semana es un infierno ir por auto en la ciudad porque sencillamente como no hay “pico y placa” cada propietario piensa que es justo sacar su carro ya que la norma no opera, así sea para recorrer distancias estúpidas de la casa a la esquina o de la casa a otro parqueadero de un centro comercial, pero muy pocos se miden así mismos en la conciencia de restringirse por respeto a la ciudad, al ambiente, a la comodidad misma. Otros escenarios en los que tristemente se observa la heteronomía es en las aulas de clase y en las oficinas de trabajo. En el primero, los estudiantes necesitan un vigilante para presentar sus pruebas porque de lo contrario no serían capaces de entender que una evaluación es el resultado de su verdadero conocimiento y se trabaja para la valoración cuantitativa de corto plazo pero no para la vida de largo plazo. En el segundo, la mayoría de personas llegan temprano y hacen acto de presencia si su jefe vive al tanto de sus actividades, pero por debajo, se dedican a otros menesteres cuando nadie está mirando. Es por esto, que la sociedad depende de un control arbitrario para funcionar apenas, pero qué ideal y utópico sería que hiciéramos las cosas porque las queremos hacer, porque tenemos una responsabilidad propia y con los demás, porque adquirimos un compromiso en el cual es inherente responder sin que nos estén recordando que hay que llegar a tiempo, que hay que pagar las deudas, que las sillas sin importar el color es para quien realmente las necesita, no para el que quiere irse cómodo.

sábado, 18 de febrero de 2012

LA PERMISIVIDAD DE LOS MEDIOS

Cuando estudiaba Comunicación Social por allá en los noventa, si había algo que me apasionaba era precisamente el tema de los medios y toda la aproximación teórica y filosófica acerca de su influjo en la sociedad próxima al nuevo milenio. Nunca me mató trabajar en alguno aunque posteriormente lo hice, porque mis expectativas siempre se inclinaron hacia la investigación y por cosas que son tema de otro blog, terminé en el mercadeo. Aún así, desde otra perspectiva, sigo sin estar ajena a este gusto del que confieso, cada vez más me cuesta ser objetiva, será porque mi mirada es más la de un receptor común y corriente o porque inevitablemente los consumo tratando de hallar algo de qué hablar en ellos.
Lo cierto es que cada vez me indigno más, me aburro más. Pienso que el zapping me ha llevado a ser inconforme y que la aparición de Youtube anuló mi audiencia por las emisoras, que me siento más informada por Twitter que por los diarios, no sé, lo que sí tengo claro es que en un contexto donde la transparencia, la necesidad de información y la apertura mental a diferentes formas de pensar, de ser y de sentir es cada instante más latente, siento que aún los medios tratan a lo público como material de quinta y juegan peligrosamente con el imaginario colectivo de la gente.
No voy a hablar de los contenidos, es válido que haya de todo: desde el programa dedicado a chismosear la vida de la gente como el científico que le enseña a uno algo. Hay de lo banal y de lo profundo, como en la cotidianidad, como en el día a día, y los canales son libres de hacer con su parrilla de programación lo que les venga en gana porque finalmente en una sociedad global, “hay para darle gusto a todos”. Pero ojo, los medios muchas veces confunden la diversidad y la irreverencia, la polémica y la controversia, con la permisividad por el irrespeto. Desde mi óptica, ya son un irrespeto los contenidos estúpidos y poco preparados, pero hasta ahí ‘aguantan’ si se sabe que hay quién los disfrute. Sin embargo darle pie a que se juegue con el ego y la autoestima de las personas, ya eso es otra cosa.
En estos días la ‘gran diva de divas’ denominada así por los medios, más no porque tenga un talento real aparte del de hacerle la guerra al honorable paso del tiempo a punta de trampas quirúrgicas, Grisales, insultó a una participante cuando se burló de su problema de ojos y prácticamente la llamó bizca. Que esta estrella de circo sea inculta no tiene remedio, pero que el canal en su ánimo desaforado de rating permita desde sus libretos este tipo de comentarios es lo verdaderamente cuestionable. Que emisoras como Candela, Radioactiva y otras por el estilo tengan programas mañaneros poco profundos no es tan raro, pero que sus oyentes se conviertan en el objeto de burlas sexuales principalmente, sí es preocupante porque eso solo demuestra una cosa y es que quedan muy pocas personas, no sé si comunicadores que sepan hacer humor con elegancia. Cómo extraño por ejemplo sin ser lo mismo a Les Luthiers.
Hasta hace una década larguita, lo más grave ante un público lector era encontrar por ahí un gazapo, un error de redacción, hoy revistas como Soho han usado en su publicidad a una indígena en el entorno natural, desnuda y todo con sus senos caídos para decirle a sus lectores que eso jamás lo verán ahí claro, porque su promesa básica son las nenas siliconadas de curvas utópicas y perfectas. Cuando esto último sucedió yo pensaba que el más amarillista y asqueroso de todos los impresos era El Espacio, ahora pienso que lo horrendo se ha querido disfrazar de bonito, y no es que sea agradable ver un cadáver con tres puñaladas en el torso pero tampoco lo es burlase de una auténtica mujer.
La pregunta es: si los medios son permisivos con el irrespeto hacia el público en aras de sus ansias de competitividad, cómo se cuestiona entonces el mismo comportamiento de la sociedad en una calle, en el trabajo, en la vida del día a día. Estos le están mostrando directamente a la gente que es válida la burla, el irrespeto, la mala intención con tal de sobresalir en un mundo lleno de tantas opciones.