Datos personales
- Luisa Fernanda Ramírez
- Soy cotidiana, y eso para mi ya es muy importante. Desde lo común se perciben cosas y situaciones que no son posibles en otros aspectos. Me gusta el marketing, lo ejerzo y lo he llevado hasta las aulas universitarias, las cuales son mi principal complemento para todo lo demás. Los animales son otra de mis pasiones y preocupaciones. El medio ambiente y la vida en sociedad son otros temas también que ocupan mis días. Escribo por gusto no por obligación y afortunadamente encontré un trabajo en el que me pagan por hacerlo.
jueves, 27 de agosto de 2020
SER DIFERENTE EN UN MUNDO DE MOLDES
viernes, 21 de agosto de 2020
SER COMPETITIVO YA NO ES TAN COMPETITIVO
miércoles, 12 de agosto de 2020
ES MEJOR INTENTARLO QUE QUEDARSE CON LA DUDA
La última vez que vi a María C., fue en su apartamento. Era febrero de 2016
unos meses antes de yo irme a vivir a otra ciudad, y nos encontramos para
almorzar como lo habíamos prometido, hablar de nuestras cosas y recordar el
tiempo que compartimos trabajando juntas en Relaciones Públicas. Fue mi mentora
en este tema y gracias a sus enseñanzas empezó mi pasión por el marketing, y
hoy esta entrada va dedicada a su memoria.
Quise comenzar esta vez así para hablar del tema, porque tristemente
estamos acostumbrados a dejar asuntos sin resolver por pequeños o grandes que
sean y en el momento no comprendemos que si no hacemos las cosas en el instante
que es, es muy probable que quizás el “luego” no exista más. Cuando ella y yo nos
despedimos ese día, nos prometimos vernos pronto para un café porque quería
comentarme sobre un proyecto importante que tenía en mente y del cual quería
que yo hiciera parte, pero lo dejamos disolver unos meses entre tanto trabajo y
agite de la vida, de tal forma que ese encuentro nunca se dio y no se dará, y
me arrepiento no haber estado allí porque a lo mejor, uno nunca sabe, yo pudiera
estar contándoles al hacer esta referencia una historia diferente.
Los seres humanos dejamos pasar la oportunidad por la razón que sea, porque
estamos ocupados, porque no tenemos tiempo, porque priorizamos egoístamente
otras cosas y no somos conscientes que a lo mejor cuando no lo intentamos en el
ahora, quizá más adelante ya no se pueda. Tenemos ideas constantes de cómo
cambiar el mundo, de cómo transformar nuestra vida, de cómo avanzar en un
proyecto y es verdad que en ocasiones lo logramos, pero en otras muchas no,
porque nos da miedo, porque nos da pereza, o porque estamos en función de
pensar qué dirá la gente.
¡Y qué carajo importa lo que digan o piensen los otros! si al final de todo,
quien tendrá que llevar las derrotas o las ganancias es cada uno, no los demás.
Muchos negocios se quedan sin nacer, no por falta de creatividad o de
oportunidad, sino por falta del impulso para intentarlo. Mucha gente anda
infeliz por ahí porque no se atreven a dar un salto al vacío pensando solo en los
daños cuando estos ni siquiera se han causado. La primera vez que hice rafting
recuerdo que fue en un río de bajada un poco violenta y debo confesarles que
siempre le he tenido pavor al agua, más bien respeto, y ese día solo sé que me
puse ese chaleco, me aventuré a hacerlo -mi mamá nunca lo supo- y fue algo
arriesgado, pero esa experiencia y otras que he tenido, no las cambio porque lo
bueno fue que ahí estuve y hacen parte de mis recuerdos.
Creo que a pesar de todo lo que ha pasado en estos meses, las personas no
han caído en la cuenta de que la vida está llena de momentos que se viven,
porque los que no, sencillamente no hacen parte de ella. En estos días en los
cuales la incertidumbre es la reina, deberíamos vivirnos cada uno de estos como
si fuera el último, y no, no estoy siendo fatalista, simplemente estoy diciendo
que siempre valdrá la pena intentar lo que sea pero más ahora, cuando no
sabemos con sinceridad lo que nos depara un mundo en el que te vas a dormir y
encuentras muchas cosas diferentes cuando despiertas.
Hoy no me quiero extender mucho en mi escrito, porque creo que he sido
clara en lo que he expuesto. Porque los minutos están corriendo acelerados y
porque ahora precisamente, me esperan unos sueños que están por ahí pendientes
de ser realizados. A todos muchas gracias, les invito a dar ese salto, a subirse
a esa rueda que va a mil y la que quizá nos bote al piso y nos deje golpeados o
más bien nos dé mucho más de lo que estamos esperando: es muy probable que de
cualquier manera, nos podamos bajar de ella con el corazón a mil y felices por
haberlo intentado. Y a ti María C. gracias, por enseñarme tanto, siempre me quedaré
con esa duda de si querías seguir intentándolo.
Hasta la próxima.
sábado, 1 de agosto de 2020
LAS PALABRAS QUE SOBRAN: CUANDO EL SILENCIO ES UNA MEJOR RESPUESTA
Personalmente no
voy con las frases de falso positivismo que muchas personas pronuncian frente a
quien ha tenido una pérdida, la que sea -económica, empresarial, laboral,
sentimental, familiar-. Esas tales como: “tú puedes”, “lo que no te mata te
hace más fuerte”, “pasa la página”, “ten fortaleza y continúa”, “todo pasa por
algo”, etc, las concibo como palabras del comodín cotidiano que en efecto, son
pronunciadas en buena parte con toda la buena voluntad del caso por quien las
dice, pero no necesariamente le dan al otro la fuerza y las ganas para
continuar o realmente recuperarse de la situación que sea y mucho menos si
estas, solo son parte de la cortesía pero no están acompañadas de actos auténticos
o franqueza.
En un mundo lleno
de memes inspiradores que inundan Instagram, Facebook y los estados de
WhatsApp, pienso que la empatía y la ayuda indiscutible, proviene más del
silencio respetuoso y de la honesta compañía, de quien se solidariza con lo que
estés viviendo y en lugar de llenarte de expresiones bonitas pero inservibles,
más bien te hace sentir que está ahí, acompañando y quizá mirando cómo te puede
dar una mano.
El discurso de lo
bonito, de lo adornado, no escapa tampoco ni al ámbito empresarial ni al
marketing. Cuando uno llama a una empresa de taxis o de servicios de salud, por
poner un ejemplo, generalmente se encuentra al otro lado con una grabación
impersonal que le recuerda lo “importante que es el cliente para nosotros”,
claro, pero esa importancia no se ve en algunos casos por ningún lado, te
plantan hasta media hora o más a veces, hasta que te contestan la llamada para
decirte posteriormente que no pueden solucionar tu inconveniente o prestarte un
servicio. Mala cosa.
En la vida cotidiana, el caso no es diferente. No sé si es que el mundo
se acostumbró a llenarse de muchos mensajes para justificar las carencias, que
cualquier cosa que suene bien se usa para llenar los espacios de lo que se es
incapaz de dar en lo real. Es cierto que hay prosas bellas, es verdad que
siempre será bonito escuchar halagos, promesas, oraciones alentadoras, pero
también es cierto que si estas no trascienden a los hechos entonces de nada
sirven. Una marca, una empresa, una persona, no pueden andar por ahí llenando
de disertaciones falsas a los demás solo por pretender ser agradables y tratar
de mostrar lo chéveres que son con los otros. Si una marca como parte de su
estrategia comercial dice que sus clientes son lo más importante, pues uno como
cliente deberá sentirse importante, en especial cuando va a hacer un reclamo,
no para cuando le están vendiendo.
Si una empresa habla de lo fundamental que son sus empleados o
colaboradores pues ello deberá trascender en cualquier circunstancia, que no
son las fiestas o las peroratas adornadas en eventos o redes sociales, los que
hacen feliz y productivo a un grupo en el trabajo: es el respeto que se brinda,
incluso cuando hay crisis y debes prescindir de ellos. Y qué decir de las
personas, ahí, el escenario es mucho peor. En la vida nos topamos con muchas de
estas que dicen lo mejor de ti y tienen en sus palabras frasecitas de cajón,
solo cuando les conviene, solo mientras obtienen lo que desean, pero solo
espera a que haya una situación adversa y verás cuántos de estos quedan.
En el marketing y en la vida, las palabras se cuidan, estas, no pueden
ser un simple copy writer publicitario en el que buscas enganchar, conquistar y
luego, hacer de cuenta que nada pasa. Lo dicho o escrito, sólo tiene efecto
cuando se es consecuente con los hechos. Por ello, andar diciendo por ahí
cualquier cosa para “conectar” y luego hacer el tan popular “ghosting” no ha de
servir jamás ni para posicionar un producto ni mucho menos para construir
vínculos válidos, credibilidad y lealtad, sea de marca o sea personal.
La palabra tiene poder cuando va acompañada de sucesos que la
respaldan, no cuando llenas el Instagram de inspiraciones generales que no son
auténticas para un mercado de clientes, para personas, pues no serán jamás
percibidas como genuinas cuando los actos son otros. Estamos en medio de una
pandemia, de una crisis de la que se ha esperado, haya cambios positivos en
todos los aspectos, sin embargo, de modo muy personal considero que esta
situación, ha hecho aún más evidente, no las falencias económicas o
estratégicas, por el contrario, ha mostrado con mayor fuerza lo ineficiente del
discurso amañado y la falsedad del ser humano. Es cierto, que no se puede pedir
a otros que sean diferentes, no se puede exigir a una empresa, marca o persona,
que dé aquello de lo que no tiene, es claro. Sin embargo, sí hay algo que puede
hacerse por lo menos para ser consecuente, y es guardar silencio. Bien decía
por ahí un adagio popular de nuestros abuelos: “la mejor palabra es la que no
se dice” y más si no es necesaria, si no es verdadera.