-Buenas tardes doctor
-(no obtuve respuesta)
-Buenas tardes doctor
-Dale, siéntate
No habían pasado 30 segundos y ya
me sentía arrepentida de haber acudido al servicio de cita prioritaria que
ofrece Sánitas, la empresa de salud a la que estoy afiliada. Eras las 6 y 30 de
la tarde aproximadamente y hubiera podido irme a mi casa a no hacer nada, pero
mi conciencia y lo que me había dicho el médico de la universidad donde trabajo
no me dejaron, así que decidí actuar responsablemente. Luego de ese ‘respetuoso’
saludo que me dio el doctor de turno, procedió a examinarme someramente. Una
vez terminó solo recibí reproches: “aquí no atendemos urgencias, yo estoy aquí
solo por usted, he debido irme hace media hora, no tengo como hacerle un
electrocardiograma, bla, bla, bla”. Cuando estaba a punto de pararme y decirle gracias,
que yo iría mejor al otro día a mi médico privado, él me sale con esta: “espere
un momento aquí, no se vaya a mover.”
Fue y volvió a los 10 minutos,
habló por allá con otro doctor y llegó con una orden. La orden era para hacerme
un electrocardiograma en ese mismo momento. Yo me preguntaba sola, ¿acaso no me
dijo hace un rato que ahí no podía tomarme ese examen? Bueno, yo de todas
formas esperé y antes de bajar al sitio me dice algo que es el tema bajo el
cual voy a centrar esta entrada de blog: “mira nena, te vamos a tomar este
examen aquí y depende de cómo salga te vas por tus propios medios o en
ambulancia, y no lo hacemos tanto por ti, lo hacemos porque queremos evitar un problema
de tipo legal”.
Sin más opción que maldecir
pasito e indignarme por tan sabia apreciación de este señor, bajé, me hicieron
la cuestión, regresé, afortunadamente no había nada en el examen que indicara
algo malo, pero sin embargo faltaba la cereza del postre: “tiene que irse de
todas formas a urgencias porque puede quedar como un pollo”. Ante eso pues uno
obedece, con una sentencia así pues no hay opción. A esa altura del partido,
con el típico tráfico de la autopista norte a las 7 de la noche y camino a la
clínica El Bosque ya no me dolía nada, pensaba que era mejor haberme ido a
clase con mis estudiantes, reírme un poco y haber regresado a mi casa a tontear
un rato en el Facebook. La historia de esto acaba, conmigo perdiendo una hora
en urgencias, viendo a muchas personas en la sala de espera realmente graves y
sin ser atendidas, y yo de pie cargando mi celular para poderme comunicar a mi
casa. Total, vi que me iban a pasar al triage a eso de la 1 de la mañana a ese
paso y eran hasta ahora las 8 de la noche. Me largué con mis exámenes en la
mano y efectivamente llegué a mi casa y me sentí mejor.
Hoy iré a mi médico privado,
quien me regañará por fumar y no controlarme el azúcar. Pero lo hará en su
derecho y ética, con el amor y sapiencia que lo caracteriza. Y aceptaré sin
refutar nada porque tendrá razón. Pero la diferencia es que él pertenece a ese
grupo de profesionales que siempre tendrá una palabra cariñosa y alentadora
para sus pacientes. La diferencia también es que el desenlace de esta historia
es bueno porque yo pude irme y saber que el dolor del pecho que tuve no fue tan
grave y aquí estoy escribiendo. La cuestión es, ¿qué pasó con todas esas
personas que quedaron allá? ¿Qué pasa con los miles de seres que tienen que
aguantar todos los días la precaria atención de las EPS en Colombia y sus
doctores light como el que me tocó a mi, cuando hay situaciones talvez
irremediables pero que con cariño y afecto se hacen más llevaderas? ¿Quizá más
soportables? Con toda seguridad, ¿más humanas?
No lo sé, pero enfermarse es cuestión
seria en nuestro entorno y aliviarse es cuestión de quien tenga la plata para
asumir por fuera del sistema sus gastos médicos. ¿Qué están haciendo las
universidades y sus facultades de salud por formar personas afectuosas,
respetables y éticas? Sabemos que a la fecha las EPS se cuidan para evitar
problemas de tipo legal, pero uno como paciente no espera nunca que la
respuesta de un médico sea la que él me dio a mi para atenderme. Seguro que no
soy la única que ha recibido este trato, pero como sé que muchos de mis
colegas, amigos, estudiantes y otros leen mi blog, les dejo esto para la
reflexión. Yo no estudié medicina, pero algo que sí les agradezco profundamente
a los jesuitas de la universidad donde pasé buena parte de mi vida, fue el
haberme enseñado a ser antes que profesional una buena persona.