La diplomacia no la aprendí ni en la
universidad ni en mi casa. La aprendí cuando entendí que en el día a día la
materia prima de toda la interacción cotidiana está en la esencia del ser
humano, en cada persona como ser único que así no tenga nuestra misma
vida ni nuestro punto de vista, es un individuo que tiene emociones antes que
conocimiento, sensibilidad antes que estética y alma antes que parafernalia
material.
La diplomacia jamás la he confundido
con la hipocresía. Creo son dos cosas diferentes. Por una parte la hipocresía
se fundamenta en el hecho de aparentar lo que no se siente, por otra, la
diplomacia es evidenciar una perspectiva, postura y actitud sin lastimar a
los otros en su ego, en su poder o en su capacidad de discernimiento. Por eso,
cuando no me es grato estar con alguien simplemente no lo hago, por eso cuando
alguien no me prodiga el sentimiento de afecto no doy lugar a situaciones que
hagan pensar lo contrario. De la misma forma cuando no me nace saludar a
alguien no cambio de acera o me evado por otra calle, simplemente no saludo y la otra persona puede
pensar lo que quiera. Es lógico que hay situaciones que te obligan a
dar la cara, finalmente un buenas tardes o hasta luego no quitan dignidad, pero sí demuestran cultura y al mismo tiempo no comprometen a nada más: eso no es ser
hipócrita, pero sí diplomático y de paso sincero.
En el contexto de las relaciones
humanas, una de las cosas que siempre me han hecho cambiar mi concepto sobre
una persona, precisamente obedece a ese manejo, un muy mal manejo de las
posturas que se deben adoptar con las diferentes personas del contexto. Desde
luego, cada individuo tiene razones muy válidas que no tiene por qué explicar
constantemente a los demás. Vivimos en una sociedad donde decir NO es un
problema, donde decir SÍ también lo es, y muchas veces es difícil encontrar las
palabras adecuadas para decirle a otro lo desgastante que es su amistad, o
mentarle en la cara todo lo que se piensa aun cuando eso no sea lo más bonito o
lo que el otro quiere escuchar. No obstante considero que la diplomacia como
regla número uno de las relaciones humanas, tiene su absoluta y total cabida en
el contexto laboral y social, ese que se aparta de la familia o los
amigos. No hay que confundir entonces la
diplomacia con el tacto, me explico. No se puede ser diplomático con un
hermano, con un hijo, con un amigo, decir con diplomacia a alguien con quien
tienes absoluta confianza algo así como: “apreciado hermano considero que tu
forma de comer es un tanto desfasada y deberías cortar la carne con finura y
elegancia para no usar las manos… bla bla bla”, pues no resulta ni diplomático,
ni delicado, sino absurdo e insulso… y hasta ridículo. A un hermano se le dice: “no
coma con las manos que se ve horrible, use los cuchillos” punto. No hay discusión,
la diplomacia no tiene lugar ahí. No se le dice tampoco a un amigo: “querido fulano,
dado que me resulta un tanto abrumador el que te quejes y andes tan deprimido,
he decidido darte espacio y por lo tanto aprovecharé este tiempo para pensar
cómo ayudarte y que tú pienses cómo arreglar tus problemas bla bla bla”. A un
amigo se le dice, “vea, está muy aburridora su depresión y quejadera, cuando se
calme hablamos” Punto! Para rematar: “Querido hijo me enerva en demasía que
generes tanta dispersión y caos en tu entorno habitacional, por ende considero
que debes establecer más estrategias y planeación con tus cosas personales bla bla
bla” Que va!! La cosa es más simple “Fulano, me mama su desorden. Tiende su
cama y arregla sus cosas porque aquí no hay sirvientas” Punto! Y los ejemplos
son miles, pueden aflorar.
Con lo anterior, solo quiero decir que la
diplomacia funciona con aquellos con quienes la confianza no es la base de la
relación. Se es diplomático con el jefe, con los clientes, con la gente con la
cual tienes una relación estrictamente profesional y social. Para los demás
sólo existe algo mucho más auténtico y valorado: se llama sinceridad. Por lo
menos para mí, pero estoy segura que para todos los seres humanos también. Entonces
evaluemos con quiénes ser diplomáticos, con quiénes ser sinceros, ojalá
hipócritas con nadie. En todo caso y como sea, para todo lo anterior y lo
contrario también, al mejor estilo de Cerati: “Gracias totales”.