Tener palabra es cumplir con aquello que te comprometiste a hacer. Sea poco o mucho, tener palabra es una garantía para el otro pero también es la imagen que proyectas, esa, que da credibilidad, respeto, reputación, porque cuando lo haces no solo estás demostrando quién eres sino que además te ganas un lugar ya sea en un mercado o en un grupo de personas que a ciencia cierta, saben que pueden confiar en ti.
En marketing se llama promesa básica
y es cuando un producto o servicio da aquello que muestra en la publicidad o en
el momento de la venta. No puedes ofrecer algo que no estás dispuesto a llevar
a término porque cuando no es así, tus clientes no volverán a comprarte y no podrás
trabajar en el valor de marca porque sencillamente, esta no puede darse si no
hay coherencia en lo que piensas, dices y haces.
Para el personal branding funciona de
la misma manera, si los tres elementos que anteriormente nombré no están
fusionados, trabajados en el mismo orden, no hay ecuación, no hay manera de que
tu palabra sea parte de tu diferenciación, si tus actos van por otra vía, por
la de no cumplir. Anteriormente la gente decía “te doy mi palabra de honor” y
eso bastaba para que otros creyeran que iba a ser así. No había necesidad de firmar
papeles por todo, de tener testigos, de tomar fotos, ni siquiera huellas
dactilares, porque la palabra era precisamente eso: honor, no la excusa barata
para engañar a otros o mostrar una imagen mientras se puede sacar un beneficio
-como pasa ahora- y después perderse para evitar una explicación o en el mejor
de los casos una justificación sincera.
Tener palabra debería considerarse
uno de los puntos más fuertes a trabajar si se quiere lograr una buena imagen tanto
en el campo profesional como en el personal, así como en las circunstancias del
mercado. Como siempre lo he dicho, si al final es muy difícil tener palabra, una
opción muy sencilla será siempre, la de quedarse callado.
Hasta la próxima.