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Soy cotidiana, y eso para mi ya es muy importante. Desde lo común se perciben cosas y situaciones que no son posibles en otros aspectos. Me gusta el marketing, lo ejerzo y lo he llevado hasta las aulas universitarias, las cuales son mi principal complemento para todo lo demás. Los animales son otra de mis pasiones y preocupaciones. El medio ambiente y la vida en sociedad son otros temas también que ocupan mis días. Escribo por gusto no por obligación y afortunadamente encontré un trabajo en el que me pagan por hacerlo.

lunes, 28 de septiembre de 2020

PROMESA BÁSICA Y EL VALOR DE LA PALABRA

 

Tener palabra es cumplir con aquello que te comprometiste a hacer. Sea poco o mucho, tener palabra es una garantía para el otro pero también es la imagen que proyectas, esa, que da credibilidad, respeto, reputación, porque cuando lo haces no solo estás demostrando quién eres sino que además te ganas un lugar ya sea en un mercado o en un grupo de personas que a ciencia cierta, saben que pueden confiar en ti.


En marketing se llama promesa básica y es cuando un producto o servicio da aquello que muestra en la publicidad o en el momento de la venta. No puedes ofrecer algo que no estás dispuesto a llevar a término porque cuando no es así, tus clientes no volverán a comprarte y no podrás trabajar en el valor de marca porque sencillamente, esta no puede darse si no hay coherencia en lo que piensas, dices y haces.



Para el personal branding funciona de la misma manera, si los tres elementos que anteriormente nombré no están fusionados, trabajados en el mismo orden, no hay ecuación, no hay manera de que tu palabra sea parte de tu diferenciación, si tus actos van por otra vía, por la de no cumplir. Anteriormente la gente decía “te doy mi palabra de honor” y eso bastaba para que otros creyeran que iba a ser así. No había necesidad de firmar papeles por todo, de tener testigos, de tomar fotos, ni siquiera huellas dactilares, porque la palabra era precisamente eso: honor, no la excusa barata para engañar a otros o mostrar una imagen mientras se puede sacar un beneficio -como pasa ahora- y después perderse para evitar una explicación o en el mejor de los casos una justificación sincera.


Tener palabra debería considerarse uno de los puntos más fuertes a trabajar si se quiere lograr una buena imagen tanto en el campo profesional como en el personal, así como en las circunstancias del mercado. Como siempre lo he dicho, si al final es muy difícil tener palabra, una opción muy sencilla será siempre, la de quedarse callado.

Hasta la próxima.

domingo, 13 de septiembre de 2020

SUPONER ES PERDER





Suponer implica de entrada emitir un juicio basado en el capricho de la razón, jamás en el argumento que resulta de la certeza o la seguridad de un hecho comprobado. Por ello, suponer es perder, porque cuando lo hacemos solo estamos dejando que la imaginación sea quien tome las riendas de un pensamiento, que para este caso no va enfocada a la creatividad sino más bien a una figura mental que por lo general es equivocada, es errada.



Siempre que sacamos conclusiones apresuradas, nos exponemos a llevar a la mente un escenario inexistente que por cierto, también resulta en el hecho de tomar decisiones que pueden afectar el desarrollo de lo que sea: la vida y el marketing no funcionan a partir de lo que “a mi me parece que es así”, funcionan cuando tomo un riesgo que se expresa en lo que es verdadero, no el prejuicio que se alimenta de pensamientos fatuos, egoístas.

Tanto para el trabajo con una marca o producto como para la gestión de relaciones personales, preguntar y hablar siempre serán la vía correcta para tener la certeza de algo. Si yo quiero saber qué es exactamente lo que desea un cliente o qué no, más que hacer una encuesta o disponer de un buzón de sugerencias impersonal, lo mejor siempre será indagar a estos directamente y de frente todo aquello que quiero saber acerca de mi servicio o empresa, quizá tome tiempo y esfuerzo pero vale la pena. 

En el ámbito de las relaciones interpersonales con mayor razón. Hay que dejar a un lado el temor, la vergüenza, la cobardía, de averiguar directamente en el otro qué pasa, qué le disgusta, qué le gusta, qué le sucede, qué quiere o qué no quiere. Así, dejaremos con toda seguridad esa mala costumbre de “montarnos en el bus equivocado”, de esperar lo que nunca va a llegar, de enojarnos cuando no hay motivos, de quedarnos donde no debemos, o por qué no, de arruinar lo que puede ser maravilloso y sabotear el instante solo porque queremos creer que algo es así cuando es todo lo contrario.

Suponer es perder la oportunidad de conocer a otros en su profundidad, es malograr la esencia de alguien sea un mercado de clientes, sea una persona. No dejemos que el prejuicio nos diga las cosas, dejemos que sea la verdad aquella que nos permita actuar, decidir o de cualquier manera callarlo.

Hasta la próxima.