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Soy cotidiana, y eso para mi ya es muy importante. Desde lo común se perciben cosas y situaciones que no son posibles en otros aspectos. Me gusta el marketing, lo ejerzo y lo he llevado hasta las aulas universitarias, las cuales son mi principal complemento para todo lo demás. Los animales son otra de mis pasiones y preocupaciones. El medio ambiente y la vida en sociedad son otros temas también que ocupan mis días. Escribo por gusto no por obligación y afortunadamente encontré un trabajo en el que me pagan por hacerlo.

martes, 8 de diciembre de 2020

CUANDO EL ORGULLO SE CONFUNDE CON LA DIGNIDAD


Muchos van por ahí pensando que dignidad es lo mismo que el orgullo, haciendo y teniendo actitudes que están muy lejos de lo que significa realmente la dignidad. Empezaré por decir que esta es una cualidad que tiene un ser humano cuando a partir de sus valores, propende por cultivarlos, resguardarlos y asociarlos a su integridad como persona, por lo tanto bajo este esquema, la dignidad no es negociable, no se transa, no se cambia por dinero, poder, posición social, interés particular por ganarse el afecto de otros. Se tiene cuando por el contrario, nos hacemos respetar como las personas valiosas que somos, cuando no anteponemos lo material a nuestros principios si estos son buenos, y cuando entre otras cosas, sabemos retirarnos a tiempo de situaciones que no nos brindan respeto, afecto, armonía, paz.



Es saber decir no a aquello que nos ofrecen o nos proponen a cambio de ser quienes no somos, es decidir cuándo dejar de discutir con quien no vale la pena hacerlo, es irse sin temor a lo que otros piensen o a quedarse solo, de aquellos lugares y personas que no valoran lo que les damos, también es rechazar cualquier intento de soborno, propuesta deshonesta o negocios turbios de los que no podemos hacer parte porque de entrada sabemos que va en contraposición a nuestra esencia.

Eso es tener dignidad y no orgullo, porque este último es otra cosa: tener orgullo es pensar que somos más que otros porque nos sentimos merecedores de muchas cosas sin haberlas trabajado, es creer que humillando a otros, siendo groseros, altivos y rencorosos, vamos a ganar mucho. Qué falacia más grande, si es el orgullo el que tiene dividido al mundo, es el que te separa de las personas que amas, es el que te ha hecho perder la oportunidad de ser feliz, porque quien es orgulloso solo puede exhibir la presea de su falso estado de importancia, pero en el fondo solo lleva tristezas y arrepentimientos que no le dejarán dormir.

No se deja de ser una persona digna por pedir perdón o admitir que se ha cometido un error, ni se pierde por reconocer que te equivocaste como el ser humano que eres, como tampoco se pierde por expresar un sentimiento o decirle a otro tus sueños, tus expectativas o lo que te hace sentir mal. Al contrario, una persona con dignidad siempre podrá desde sus propias fragilidades salir libre al mundo sin deberle nada a nadie y mostrar que es alguien valioso porque le da prioridad a lo que irradia su alma por encima de lo que otros puedan opinar.

Las empresas, pasando por un momento a este escenario, deberían procurar trabajar por construir su propia imagen desde cualidades como la dignidad, conformando equipos de trabajo con personas honestas y transparentes, de esas que sí se encuentran y tienen además de su talento un cúmulo de características buenas como seres humanos. Si bien es cierto, estar a la vanguardia tecnológica o tener una infraestructura robusta y llamativa son elementos interesantes, no son estas cosas las que hacen de una organización un entorno bien constituido y de gran futuro. Es momento de dejar de pensar que los líderes son quienes llevan a otros desde el poder por un camino trazado de objetivos puestos solo en el éxito comercial o de un mercado; por supuesto que es válido perseguir metas organizacionales y de posicionamiento que favorezcan las finanzas y propósitos desde esta óptica, pero no hay que olvidar que este mundo necesita cada vez más de transformaciones de tipo social que desde lo humano, realmente cambien la vida de la gente y de las naciones. Por lo tanto un ladrillo más o uno menos, una máquina costosa o una más artesanal y un despliegue publicitario y de comunicación, no serán, créanme, los que van a hacer que una empresa se mantenga en lo que a futuro viene.

Trabajar con base en las personas y su dignidad, no deberá ser un tema para tomarlo a la ligera o como una tendencia para “parecer” que somos lo mejor. Hay que serlo. Y la dignidad es algo que se ha de exigir y plantear como uno de los pilares para construir esa transformación. Si seguimos pensando que ser dignos es actuar como los intocables o favorecer solo a quienes se muestran indestructibles, le estaremos dando paso a más miseria e inestabilidad de la que ya hay en este mundo.